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lunes, 7 de septiembre de 2015

Internet y la responsabilidad de los internautas



  En la Ilustración, al grito de la máxima la opinión gobierna el mundo, se estableció la estrategia de reflexionar sobre la sabiduría acumulada, hacer una praxis de comunicación, y determinar el uso público de la información. Gracias a internet ha sido posible universalizarla, y google se ha convertido con sus motores de búsqueda, en la aldea global y el sueño de los enciclopedistas del dieciocho.

  El problema del fenómeno está en el exceso de desinformación y de mala información (sin entrar a valorar el uso delictivo de la red) . Pese a todo, las sociedades democráticas se inclinan por fortalecer internet como expresión de la libertad, con una arquitectura abierta y de difícil control para los liberticidas.
  Las redes sociales tienen una capacidad de difusión que desborda todo lo conocido hasta el momento presente, y se está evaluando constantemente la influencia y presión que puedan llegar a ejercer en las masas sociológicas para predisponer cualquier tipo de decisiones de gobiernos, entidades, marcas comerciales, etc.
  Sin entrar a valorar estos efectos, subrayamos que su esquema de reglas de juego, comporta dos aspectos esenciales: ser un  altavoz amplificado y la de aglutinar amistades e intereses y opiniones comunes.

  Kant reflexionó sobre la insociable sociabilidad del hombre y tal vez por ello sentenció lee más y habla menos de ti mismo. La paradoja de las redes sociales estriba en que la ventana a la que nos asomamos expresando nuestro ego termina perdiendo todo rastro de individualidad sometiéndonos al grupo y por esta razón su crecimiento espectacular anida en la capacidad de modelar nuestras vidas mediante el contagio de los roles y la formación de estados de opinión.
 La decisión de selección de noticias para difundir se escapan al control de los medios de comunicación de masas, y desde las plataformas de las redes, se insertan vídeos y artículos que violan cualquier código deontológico. Ese es el novum a mi juicio del fenómeno: un periodismo profesional compitiendo con un periodismo amateur; un periodismo subvencionado por el poder, frente a un periodismo à bout de souffle luchando como contrapoder frente a todo metasistema organizado para legitimar a un sistema corrupto y viciado sin separación de poderes.
 Otra nota diferenciadora la pone la representación en tiempo real del programa con el que fue elegido en una circunscripción electoral cualquier político, testando el estado de opinión de los seguidores de una cuenta de twitter o facebook en el desarrollo de un debate legislativo en las Cámaras de diputados y senadores o plenos de Ayuntamientos.
 Por último, recordar que la tarea del intelectual es opinar, des-velar y denunciar la corrupción y la violación de los derechos humanos. Noam Chomsky en La responsabilidad de los intelectuales, afirmó que: “la responsabilidad de los intelectuales consiste en decir la verdad y en denunciar la mentira”.
 Y es que siguen siendo válidas las palabras de Chomsky en 1969: “Un hombre verdaderamente perspicaz y sensible que visitara los Estados Unidos en la actualidad, se sentiría impresionado por la hostilidad, el miedo y la irracionalidad, por la sensación de que la estabilidad de la sociedad está en peligro, aunque no pueda vislumbrar otras alternativas verdaderas”. En lugar de Estados Unidos, pongamos España y esa incapacidad de vislumbrar una alternativa entre lo que tenemos y Podemos.

 Ese debate se juega en las Redes Sociales en un país en el que como decía Ortega, lo que no ha hecho el pueblo, no lo ha hecho nadie, y donde el fútbol y la telebasura son la auténtica escuela de muchedumbre parafraseando también a Ortega, a propósito de la tauromaquia. Hay grupos comprometidos con la libertad, la verdad y la lucha contra la demagogia, pero solo tienen influencia,  son Pepitos Grillos en busca de la verdad. Pero de la influencia a la opinión hay un paso: una suma de altavoces, y las democracias modernas son un régimen de opinión pública en la que se enfrentan la opinión publicada (en manos de profesionales y a veces de intereses empresariales vinculados a grupos de poder) y la opinión tuiteada. Yes, we can.