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jueves, 1 de octubre de 2015

La casta política española: entre las Furias y el parto de los montes.




  “La universalidad de la hermenéutica se funda en el lenguaje interior, es decir, en el hecho de que no podemos decirlo todo. El hombre no puede expresar todo lo que hay en su espíritu (logos endiáthethos)” -Gadamer-.
  El Museo del Prado expuso entre el 21 de enero hasta el 4 de mayo de 2014 la exposición Las Furias. De Tiziano a Ribera que contó con 28 obras que ilustran el nacimiento, evolución y ocaso del tema de las Furias desde su irrupción en el arte europeo, a mediados del siglo XVI, hasta finales del siglo XVII.

  Todas estas obras divulgan el porqué del éxito de las Furias durante 120 años, cuando los gobernantes las eligieron como alegoría política y los pintores como un vehículo privilegiado para representar la dificultad máxima en el arte, en sus vertientes formal (eran enormes figuras desnudas en escorzos inverosímiles) y expresiva, como epítomes de la representación del dolor.
  El crimen por el que Ticio fue castigado fue el intento de violación de Leto (instigado por Hera);Tántalo descuartizó a su propio hijo y lo coció para agasajar a los dioses; Ixión intentó seducir a Hera y Sísifo fue condenado por su astucia.
  En el mito de Sísifo, Camus nos presentó al personaje como metáfora del hombre moderno, que pasa gran parte de su vida en centros de trabajo deshumanizados, lo que conlleva según el autor, al absurdo de nuestras vidas, anudadas al valor de lo que producimos. El astuto Sísifo fue condenado por engañar a los dioses a la ceguera y a empujar perpetuamente un peñasco colina arriba hasta caer rodando nuevamente al valle e iniciar de nuevo sus trabajos. Sin analizar la pregunta filosófica que se planteaba Camus sobre el suicidio como alternativa a esa angustia vital, afirmaremos que los dioses castigaron la creatividad y la inteligencia, para no volver a ser objeto de treta alguna por parte de ningún humano.

  Si la maldición de la inteligencia nos lleva a la incompetencia, y si además consideramos que el problema de la filosofía actual consiste en continuar el camino abierto por Hegel en su concepto de espíritu objetivo, la solución siguiendo a Gadamer está en el lenguaje. Filosofar es siempre una reflexión de segundo grado y en última instancia, capacidad para destruir el lenguaje fosilizado. Vamos a dinamitar el concepto de casta.
  Se ha impuesto el uso del término casta para designar a la clase política con un matiz despectivo por la corrupción y los privilegios de los que supuestamente gozan nuestros políticos. El mantra ha calado en la opinión pública, y parafraseando a Agustín de Foxá, los españoles vamos llevando bajo palio a nuestros gobernantes si formamos parte de su familia e ideología o pretendemos sinecuras; o detrás de ellos con un palo atizándoles sin piedad. Pero, ¿podemos afirmar que solo la clase política es una casta?
  Este debate lleva in nuce la consagración del profesional de la política. Según Weber, hay dos formas de hacer de la política una profesión: o se vive para la política, o se vive de la política. Y es que: “la política proporciona, por lo pronto, un sentimiento de poder. La conciencia de tener una influencia sobre los hombres, de participar en el poder sobre ellos, y, sobre todo, el sentimiento de manejar los hilos de acontecimientos históricos importantes, elevan al político profesional, incluso al que ocupa posiciones formalmente modestas, por encima de lo cotidiano”. Y como afirma Cipolla, el lugar de las clases y las castas lo ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia. Según este autor, según su segunda Ley de la estupidez, las elecciones brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ningún beneficio a cambio de su acción. “Estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos en las personas que están en el poder”. En palabras del castizo refranero español: el listo vive del tonto y el tonto de su trabajo.

  El RAE define casta como grupo que forma una clase especial y tiende a permanecer separado de los demás por su raza, religión, etc., de manera que podemos encontrar en el et caetera un saco para meter un modo de entender la vida, una cultura española. España sigue en la España de Galdós: “... como le pidiese (a Godoy, contexto motín de Aranjuez) un destino donde con descanso y sin trabajar se ganase la vida alegando ser hijo de una sirvienta suya, y éste le respondiera que con ese instinto animal, solo serviría de calderero, al verse sin su sinecura, provocó el odio del benefactor de su madre participando con saña entre los amotinados”. Y es que sigue siendo válida su sentencia: “España es el país de las pasiones exageradas, de los sentimientos enérgicos, del bien y el mal sueltos y libres, de los privilegios que traen las luchas, de la guerra continua, del nunca descansar”.
  Vivimos una época en la que sin méritos ni esfuerzo para los agraciados, se han creado distintas castas con niveles estratificados en función del poder que la maquinaria del BOE y los Boletines de las Autonomías con sus subvenciones y contratos públicos, asignan envueltos en las retóricas políticas de progreso, Estado del Bienestar, defensa de los servicios públicos... ¿Acaso sindicatos, partidos políticos, organizaciones empresariales, medios de comunicación, entidades públicas ruinosas, empleados públicos enchufados sin oposición, ONGS y una larga lista que se podría añadir, no son casta por formar parte de grupos que jamás han sido capaces de ganarse la vida fuera de las ubres de las vacas sagradas de las Administraciones Públicas sin haber contraído mérito alguno?
  Si como diría Stalin, toda revolución ha de iniciarse por el Diccionario, aplaudo que el término casta en el sentido que ha calado en el lenguaje popular en España, sirva para luchar contra la corrupción que nos sacude. Sin embargo, las propuestas que se venden en los debates son más de lo mismo, pero en pensamiento Alicia: que todas las castas sigan amamantándose con un Gran Hermano vigilante del corrupto, sacrificando las libertades democráticas y por supuesto la separación de poderes. En otras palabras, el parto de los montes ha dado a luz un pretendido nacimiento de la casta casta, es decir, pura. En definitiva, un consenso de mantener el nivel de despilfarro y aplicar políticas ruinosas y populistas, pese a que “el populismo ama tanto a los pobres que termina multiplicándolos”- Mariano Grondona-.

  Terminamos como empezamos, volviendo a las Furias. El relativismo cultural permite tirar los tejos a una diosa y entender como “cultura de los pueblos” realizar sacrificios humanos e intentos de violaciones, pero la astucia y la inteligencia, permanecen castigadas sin remisión del pecado, por los siglos de los siglos. Sic transit gloria mundi. La supercompetencia como demostró Peter, es infinitamente más peligrosa que la incompetencia.
  Cuando en España vivíamos sin la amenaza secesionista catalana y con una tasa de paro muy inferior, este panorama podría servir de entretenimiento en tertulias, pero este momento histórico requiere de líderes Churchill y no de líderes Neville Chamberlain. Necesitamos la redención de Sísifo y llevar al poder la excelencia y los principios. Nuevos partidos han surgido como respuesta a esta necesidad e inconformismo. El catalanismo ha sido fagocitado por el secesionismo; el Psoe por Podemos y el PP por la nadHEZ. Ciudadanos, Podemos y Vox han nacido como Minerva de la cabeza de Júpiter Desencantado. Pido a los dioses que rediman a Sísifo, que los nuevos líderes defiendan la Nación, y los principios constitucionales sin complejos, y que los intelectuales, se comprometan en decir la verdad y denunciar la mentira, solo así, #Saldremos.