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domingo, 6 de diciembre de 2015

Entre el 7D y el 20D. Contra el historicismo y el voto útil.




   Aviso para Atresmedia y Mediaset España:

  “La objetividad científica (y periodística) no tiene su origen en la ausencia de prejuicios (todos somos parciales), sino en tener cuidado de no permitir que los propios prejuicios influyan en el resultado de la investigación”.- Jorgensen-.

  “No existe, juzgando con rigor, una ciencia libre de supuestos, el pensamiento de tal ciencia es impensable, es paralógico: siempre tiene que haber una filosofía, una fe, para que de ella extraiga la ciencia una dirección, un sentido, un límite, un método, un derecho a existir”.-Nietzsche-.


  Aviso para los defensores acendrados de teorías científicas y políticas:

  “Con la suficiente brillantez y algo de suerte, cualquier teoría, aunque sea falsa, puede defenderse progresivamente durante mucho tiempo”.- Lakatos-.


  Aviso para los intérpretes de los debates políticos:

  “Hanson hace una distinción lógica entre ver y ver eso, argumentando que son dos aspectos interrelacionados de la visión. Lo primero se parece al modo en que algo aparece ante alguien: el componente pictórico de la visión. Lo último se refiere a lo que alguien considera como verdadero: el componente cognoscitivo de la visión. Lo que sugiere esta distinción es que desde nuestra perspectiva como observadores de Brahe y Kepler contemplando el crepúsculo, Brahe percibe que el Sol se mueve ascendentemente desde el horizonte, mientras que Kepler percibe que el horizonte, se mueve alejándose del Sol”.-John Bowden y Ference Marton-.


  En España el siete de diciembre -7D- y con el calificativo de El debate decisivo, se van a enfrentar los líderes de las cuatro formaciones políticas que según las encuestas obtendrán mayor número de votos en las próximas elecciones. Por el PP irá la vicetodo Dña. Soray que cada vez se postula más como la ungida por Rajoy para todo. Antes de nada, conviene recordar que el cerebro construye la realidad y no al revés, y por eso un simpatizante del PSOE verá un debate diferente al de los votantes de las formaciones políticas rivales. No hay sabiduría posible ni ciencia ni opinión fuera de un marco de valores, la asepsia valorativa es un anhelo imposible, pero el marco de valores en democracia ha de ser el respeto de las reglas de juego. La democracia no es una partida de ajedrez en la que el árbitro se limita a levantar acta de la misma sin interpretar las jugadas, es un régimen de opinión pública con demagogos manipulando a los ciudadanos.
  Al margen del contenido político y de las propuestas y programas escritos como afirmaba Tierno Galván para no ser cumplidos, del cuidado de la imagen de cada candidato, y del marketing de cada formación, entiendo que la demagogia, auténtica manipuladora de las reglas de juego en la democracia, se esconde entre bambalinas. Y es que sigue siendo válida la máxima de Cicerón: la demagogia consiste en resaltar lo obvio para negar lo evidente.
  La primera estrategia demagógica es apelar al miedo: que viene la derecha, que viene la izquierda, la Guerra Civil, etc. El miedo es una emoción, y como tal, una reacción ante eventos significativos, pero en todo caso de origen irracional, y está reñido con la racionalidad política porque en última instancia preconiza cierta seguridad psicológica en contra de la libertad. ¿Es ética la irracionalidad como estrategia en política? En otras palabras, ¿influir en el voto mediante la manipulación de emociones es respetar las reglas de juego? No, y ello además se deriva de un argumento retórico muy usado: el voto útil. El voto útil como dirían los lógicos carece de estatuto ontológico, en castizo: no existe, simplemente es la mera apelación a que se vote a unas siglas en detrimento de otras con el argumento de que por la Ley D´Hont, determinadas formaciones no recibirán los escaños suficientes para conseguir pactos de gobierno o que es posible que finalmente gobierne una coalición de perdedores. ¿Es una actitud democrática fomentar la exclusión de determinados partidos como podrían ser Vox o Izquierda Unida?

  Otra argucia es desacreditar a candidatos porque carecen de la experiencia de gobierno, con un argumento muy fácil de refutar: es la mala experiencia de los ciudadanos de la acción de un gobierno lo que se pretende cambiar con candidatos no viciados por el poder o la corrupción. De manera que como diría Popper a propósito de la verdad científica, la infalibilidad no es una virtud, es un vicio, y en política la no alternancia de modos de dirigir, para nada es una virtud, es un vicio que consolida el clientelismo político. En España ese bipartidismo ha consolidado como ejemplos un Estado de Autonomías ruinoso y el reparto en el nombramiento de jueces para Tribunales Superiores de Justicia, matando de facto a Montesquieu.

  La pompa y circunstancia es inherente igualmente a la estupidez y la retórica en política. Determinado líder maneja magistralmente los tiempos, se afirma en los medios de comunicación. El fracaso de un político como afirmaba Cambó consiste en pedir lo imposible y retrasar lo inevitable, de manera que los tiempos de los partidos son meras estrategias para no enfrentarse a la opinión pública, a sabiendas o no, de que ello lleva al fracaso y a problemas enquistados e insolubles. El ejemplo paradigmático en España es la situación que se vive en Cataluña.
  Otra consigna es atribuirse la ocupación en las cosas que realmente interesan a los españoles, vicio arraigado en todos los partidos, que es una vuelta a la España sociológica de Franco: hágame caso, haga como yo, no se meta en política. En otras palabras, Usted preocúpese de trabajar y pagar impuestos, que yo me encargaré de sus asuntos y le diré lo que ha de interesarle. En palabras más filosóficas y siguiendo la línea de Aristóteles y Carl Smith hasta Chantal Mouffe, y como bien nos recuerda Trevijano, la invasión de lo político (lo público) por la política (lo que queda a disposición del gobierno), para inmiscuirse finalmente en los asuntos que no pueden ni deben ser objeto de ningún tipo de regulación como se puede comprobar de una manera muy clara en la cultura a golpe de talonario BOE.
  Los eslóganes en campaña electoral consolidan igualmente la idea de que una Nación es como una marca comercial y que en definitiva la acción de gobierno es gestionar los recursos de dicha marca, como si un país pudiera gobernarse atendiendo a la cuenta de resultados. Mentiras y tretas, porque en política como decía Fraga, lo que parece, es, y de eso se trata, de que sea lo que parece, que España va bien, o que España va mal, o que España necesita un cambio. España no es una marca, es una Nación consolidada con el acuerdo de todas las generaciones precedentes de permanecer unidos y de defender nuestros valores.

  Pero sin duda alguna, la virtud por antonomasia que ha de guiar al gobernante, al líder, es la prudencia, la recta ratio agibilium como la definieron los escolásticos, es decir, la rectitud de la razón para elegir o para juzgar el valor de los medios y de los fines a ellos conducentes. No es una actitud acomodaticia para eludir los problemas y no enfrentarse a ellos, ni es astucia para ocultar planes que podría rechazar la opinión pública. Aristóteles definió la prudencia en relación con la virtud como hábito de elegir, según un término medio, determinado por la razón tal como lo fijaría el hombre prudente. En otras palabras, el imprudente no es valiente ni justo sino temerario o cobarde. Para Santo Tomás de Aquino: “el prudente precisa conocer tanto los primeros principios universales de la razón cuanto las realidades concretas sobre las que versa la acción moral”. ¿Es de líderes prudentes la actitud de no tomar postura en relación con las acciones conjuntas con los aliados por los atentados de Francia y aparcar las decisiones para el que venga detrás del 20D? ¿Es prudente la remisión constante a órganos judiciales de decisiones políticas que deberían tomarse en relación con el golpe de Estado a cámara lenta que se vive en Cataluña?
  Tiziano en su cuadro Alegoría del Tiempo gobernado por la Prudencia, inscribió en la parte superior del lienzo: “Ex praeterito -praesens prudenter agit- ni futuru(m)./Actionem deturpet” (del pasado al presente es preciso actuar con prudencia para no arruinar la acción futura). Panofsky interpretó las tres cabezas humanas asociadas a las edades del hombre representadas a su vez por tres cabezas de animales en alegoría de la memoria, inteligencia y providencia. El lobo devora la memoria de las cosas, el león se agita como el presente, y el perro apacigua en la esperanza, el futuro. Hoy el lobo y el león son los medios de comunicación de masas seleccionando lo que ha de recordarse y agitando el presente como el león dejando que sus intereses ideológicos y económicos influyan en los contenidos de la información. El perro es el partido de turno vendiendo esperanza en el futuro pese al fracaso de su gestión. Nec spe, nec metu, sin miedo y sin esperanza sentenció Cicerón para ejercer el voto libre como ejercicio ciudadano. Conocer las cosas en su punto, en su sazón y saberlas lograr -Gracián- para políticos aspirantes a gobernar y que tengan presente la máxima del pensamiento cínico: “lo propio de un Rey es hacer el Bien y que hablen mal de él”.

  La sociedad abierta y la democracia siempre tienen en la demagogia y en el historicismo a sus enemigos, en palabras de Popper: “El historicismo se alía precisamente con aquellas ideas que son típicas de la ingeniería social holística o utópica, como la idea de modelos para un nuevo orden, o la de la planificación centralizada. Dos representantes característicos de esta alianza son Platón y Marx. Platón, un pesimista, creía que todo cambio -o casi todo cambio- es decadencia: esta era su ley de desarrollo histórico. De acuerdo con esto, su modelo utópico busca detener todo cambio; es lo que hoy en día se llamaría estático. Marx, de otra parte, era un optimista, y quizá (como Spencer) partidario de una teoría moral historicista. De acuerdo con esto, su modelo utópico era el de una sociedad en desarrollo o dinámica más que de una sociedad detenida. Predijo e intentó promover activamente un desarrollo que culminaría en una utopía ideal en la que no se conociese coerción política o económica: el Estado se marchita y desaparece, cada persona colabora libremente de acuerdo con su habilidad, y todas sus necesidades quedan cubiertas”.
  Si como decía Nietzsche, toda ciencia o política es impensable libre de supuestos, siempre tiene que haber una filosofía que marque la dirección adecuada. Hemos defendido votar sin miedo, y hemos desenmascarado el voto útil, pero me posiciono con Popper quien dedicó su libro La miseria del historicismo: “En memoria de los incontables hombres y mujeres de todos los credos, naciones o razas que cayeron víctimas de la creencia fascista y comunista en la Leyes Inexorables del Destino Histórico”. El Nazionalismo y el comunismo siguen siendo liberticidas aliados en una sociedad plagada de necios e ingenuos siervos del duopolio televisivo de Atresmedia y Mediaset España y de un bipartidismo que ha llegado a sus más altas cotas de miseria moral incapaz de defender a los españoles libres e iguales, bien sea por inacción, bien por complicidad o intereses a la hora de formar gobiernos.
  Deseo que el debate del 7D delate a los liberticidas y a los imprudentes en sentido moral entre los aspirantes, y que no nos cansen viéndolos bailar, jugar al futbolín, o cantar nanas.