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martes, 22 de marzo de 2016

Atentados en Bruselas. Ni tranquilidad ni unanimidad, solo velitas y hashtags.




                                                     Terror islamista

  “Lo capcioso de las preguntas y lo embarazoso de las respuestas viene de que en su formulación empleamos conceptos a la vez excesivamente vagos y excesivamente cargados de valoración y emotividad. Yo no sé que es la normalidad sexual, el derecho a la vida, la verdad o el bien, sin más. En principio parecen apuntar hacia algo positivo y valioso; por eso no puedo decir que estoy en contra. Pero pueden precisarse de muchas maneras distintas (...) Si el bien es lo que hay que hacer y el mal es lo que hay que evitar, poco nos costará estar de acuerdo con los filósofos medievales en que bonum est faciendum y malum est vitandum. Y si seguimos la desencomilladora concepción tarksiana de la verdad, decir que algo es verdad equivale a repetirlo, entonces difícilmente estaremos en contra de decir que lo que decimos es verdad, es decir, lo que de todos modos decimos.
 Esta estrategia inmunizadora elimina el desasosiego y confusión que nos producían las preguntas iniciales, pero también les priva de todo interés o sentido”.-Jesús Mosterín-. Si el gobierno sometiera a referéndum el drama humano de la inmigración sin control, o la violencia política por ejemplo, la pregunta de qué queremos que hagamos, estoy seguro de que ningún gobierno sabría qué hacer con tan unánime resultado. En otras palabras, todos estamos de acuerdo en que la sociedad debería estar bien organizada, con seguridad jurídica, protección física y libertades, pero discrepamos precisamente acerca de en qué consista la organización justa de la sociedad y máxime cuando el debate político introduce la ideología y la demagogia.

  La unanimidad de la opinión pública frente al rechazo a los atentados terroristas forma parte de ese tipo de preguntas que si se sometieran a referéndum, obligaría a los gobiernos a formular de inmediato otro referéndum con las acciones políticas que deberían acometerse. Y de ese hipotético segundo referéndum se derivan todos los males, porque la unanimidad inicial se convierte en ataques, descalificaciones y guerras mediáticas y políticas.
 #JeSuisBelge #JeSuisBrussels al igual que antes lo fueron #JeSuisCharlie y #JeSuisFrance son estrategias humanas para combatir el dolor y empatizar con las víctimas. Imposible para cualquier persona de bien no adherirse a ellas.
  Pero acto seguido, entramos en el capítulo de los miedos, ese miedo que permite asaltar capillas católicas pero ni aproximarse a una mezquita; ese miedo subliminal a arrodillarte ante el terror consolándote con la idea de que si te portas bien con los islamistas, los integras, les facilitas la convivencia y en sus países de origen en aras al sagrado principio del relativismo cultural, comprendes sus costumbres y miras de perfil, contribuyes a consolidar una Alianza de Civilizaciones, algo así como una OTAN común; ese miedo traducido en grandes discursos y alegatos a la convivencia de las tres culturas de nuestro pasado en Toledo, Granada y Córdoba; ese miedo interpretado por las izquierdas para culpar de todos los males al sistema capitalista, a USA, a Aznar, a la guerra...; ese miedo de la derecha políticamente correcta de no asumir el discurso de la progresía; y ese miedo de la derecha más radical reclamando medidas duras para combatir el terror y expulsiones masivas del territorio nacional, impiden una respuesta unánime a ese segundo referéndum que habría de formularse una vez efectuado el escrutinio del primero de ellos en el que se hubiese votado el rechazo a la violencia.

  Cada vez que se repite un atentado islamista, y recordemos para evitar confusiones que los términos islámico e islamista no tienen el mismo significado: islámico es aquello que está relacionado con el islam (cultura, arquitectura, etc.), mientras que islamista alude a los musulmanes integristas que pretenden imponer por la fuerza y el terror la implantación de un Estado Islámico, la opinión pública se divide. La cuestión radica en el hecho de que se confunde la cultura islámica con el islamismo radical y en el hecho igualmente de que la comunidad pacífica de personas que profesan la religión musulmana y que conviven en nuestras ciudades no es culpable del terror.
  Ambas premisas son ciertas. Occidente tiene su deuda particular con la cultura islámica, y hay muchos musulmanes que conviven pacíficamente, pagan sus impuestos y en muchos casos han adquirido la nacionalidad del país de acogida. Pero con los islamistas no hay razonamiento, principio ético, excusa o relativismo cultural alguno para no aplicarles el Código Penal y actuar con medidas unánimes en toda la Unión Europea. Pretender afirmar que en España y en los países de nuestro entorno hay unanimidad ante atentados como el de hoy en Bruselas es mentira.

  Hoy #JeSuisBelge pero mañana no encenderé velitas, ni escribiré tuits con ese hashtag, simplemente reclamaré a los políticos un segundo referéndum para que todos esos brindis al sol, alegatos a la paz, discursos de que el terror no nos vencerá y ese etcétera pomposo, se llene de contenido con un programa de acción política, una vez escrutado el referéndum con la pregunta formulada en contra del terror.

  Sigue siendo válida la afirmación tarksiana: “El problema de la definición de la verdad cobra un significado esencial y se puede solucionar de forma rigurosa solo para aquellos lenguajes que tengan una estructura exactamente especificada”. Decir que algo es verdad equivale a repetirlo para no entrar en contradicción con lo que de todos modos decimos. El terrorismo es el mal, sin más contradicciones ni excusas ni guerras políticas, ni búsqueda de causas, ni interpretaciones históricas.
  Lo dicho, hoy soy #Brussels, mañana simplemente repetiré lo que de todos modos se piensa en la calle para no contaminarme con la demagogia de los políticos, ni de la estupidez que termina empedrando el infierno de buenas intenciones: que el terror nos está jodiendo la vida y que los políticos no se ponen de acuerdo para buscar soluciones unánimes.



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