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sábado, 21 de marzo de 2015

España es para andarla. Entre Santiago y Don Quijote




   It is better to travel hopefully than to arrive, escribió R.L. Stevenson citando un adagio japonés. Es mejor viajar lleno de esperanzas, que llegar; en otras palabras, la felicidad está en la salida y no en la meta.
     Al intentar escribir sobre los Caminos de Santiago, soy consciente de su complejidad y por ello intentaré permitirme la licencia de fusionar camino y peregrinación al modo quijotesco.
    Para el caminante, es más importante el Camino que la meta; para el peregrino es más importante la meta que el Camino. Para el caminante lo importante es el misterio, la interiorización del camino, la fusión con la naturaleza, aprender a escuchar al cuerpo, vencer los miedos, superar límites. Para el peregrino, por el contrario, lo esencial es llegar para volver renovado espiritualmente, máxima que está presente siempre en la misa de doce en la Catedral de Santiago de Compostela.
    Galicia nació directamente de un milagro, fue la tierra escogida por el Apóstol Santiago el Mayor para predicar y reposar; Castilla La Mancha nació de un personaje literario (el primer personaje de ficción de la historia de la literatura).

   La Ruta de Don Quijote fue el primer itinerario cultural europeo basado en un personaje literario .En la actualidad discurre por las provincias manchegas de Toledo, Cuenca, Ciudad Real, Albacete y Guadalajara y sus 2500 kilómetros de rutas la convierten en el mayor corredor ecoturístico de Europa y está incluida en la Red Mundial de destinos sostenibles de National Geographic.
    Pero la ruta manchega está concebida para ser recorrida como turista. Los itinerarios se incluyen en las guías de carreteras y su kilometraje está diseñado para hacerse en automóvil.
  Sin sufrimiento no hay gloria; no pain, no glory, afirmamos con orgullo quienes recorremos a pie los caminos. Quien lo hace como turista, con apoyo de coche escoba, saltando tramos, sin cargar con la mochila, sin tragar el polvo, y destrozando sus pies y articulaciones, no puede sentir la satisfacción, la plenitud de vencer a la adversidad.
  En el Camino no hay meigas, solo hadas y ese es uno de sus atractivos. Porque hádico es el elemento poético, mágico, numinoso que te fagocita en cada paso que se da. Y en el horizonte siempre el Apóstol, como peregrino. En el Camino no sentimos al Apóstol mata moros ni al Apóstol tronante y triunfante. Ahora bien, la cultura de ese viaje iniciático repara como afirmaba Delibes que en Castilla y en toda España, los días se llaman santos y los hombres se llaman motes, y en el Camino, el mote por antonomasia es el de peregrino.
   He aquí la conexión, nuestro Quijote habitó en tierra de cultura de santoral y altos ideales. Podemos pues reivindicar un Camino, aunque no podamos convertirlo en destino de peregrinación.
    Quienes hemos recorrido los Caminos de Santiago, tenemos claro que solo podemos hacerlo gracias a la red de albergues, señalizaciones, hospitaleros, y cuantas personas te prestan su apoyo orientándote si te pierdes, ofreciéndote agua, comida, abriendo su negocio antes del amanecer para que puedas desayunar y dándote todo tipo de ayuda al grito de buen camino que ha sustituido casi por completo al tradicional ultreia et suseia.
   “Es caminante quien mueve sus pies y su cabeza, y sus esperanzas, empeñando su tiempo, soñando con lo venidero, gustando siempre de a lo que a sus ojos llega” (Del Libro Primero de Petronius el Alquimista 1765). Nuestro Quijote estaría totalmente de acuerdo, pero él tuvo una red de posadas, en sus recorridos buscando desfacer entuertos. El caminante no exige nada, agradece cuánto recibe, cuida el entorno, respeta la naturaleza, y también genera riqueza, e información turística en las redes sociales.
    En una sociedad desacralizada que ha eliminado el misterio y perdido el contacto con la naturaleza, nos queda la tarea de redimirla en un mundo ideal. Y ese mundo ideal tiene su hábitat perfecto: Castilla La Mancha y su libro recomendado: Don Quijote.
Perfecta combinación: contrastes de paisajes, tierra de altos ideales, literatura y una Dulcinea particular convertida en el Hada del Camino.
    Pasión por disfrutar, por impregnarte de la cultura, de las tradiciones, de la gastronomía de La Mancha, de su naturaleza con el tiempo detenido, sin contaminación ambiental.
  España es para andarla, para descubrirla, para sentirla, para gozarla en compañía y en soledad; en silencio y en charlas amenas caminando.
   No puede existir expresividad sin metáfora ni concepto sin sometimiento a definición, por ello, hemos subrayado la distinción esencial entre peregrino, caminante y turista. La felicidad está en la salida y no en la meta; la felicidad está en el Camino, en un camino sin meta, en los caminos que recorrió nuestro Quijote, sin elegir destino final, a sabiendas de que lo que ilusiona es la ruta y que llegar es angustia, anhelo de volver a empezar, una especie de petite morte sin duda.
  Castilla La Mancha dispone de un corredor quijotesco de 2500 Kilómetros cuadrados para convertirse en el Camino por antonomasia, en un camino sin meta. O tal vez sí, en un Camino con muchos destinos: Villanueva de los Infantes, Almagro, Calatrava la Nueva, Tomelloso, Argamasilla de Alba y un largo etcétera. Los Caminos de Santiago carecen de demarcación geográfica. Si como afirmaba Nietzsche: “la meta de la humanidad no puede estar en el final, sino únicamente en sus ejemplares supremos”, caminemos sin destino,renovemos la fe abrazando al Apóstol y cultivemos nuestra mente leyendo el Quijote.