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miércoles, 9 de noviembre de 2016

¿Por qué caminamos? En respuesta al clímax del caminante



  Mi respuesta a ¿por qué camino? Artículo de colaboración para el clímax del caminante en señal de gratitud a Nieves Casanova.


  El hombre como viajero, caminante o peregrino, es homo viator. ¿Qué entraña esta sinécdoque, ¿que el hombre está siempre en camino? Propiamente solo podemos predicar del hombre su condición de viator desde una perspectiva teológica. En palabras de San Agustín: “Señor nos has hecho para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”, en definitiva, el fin del viaje del hombre está en Dios. Homo viator requiescat in pace.
  En Hegel, el Espíritu es también camino, y para los cristianos, Cristo es “el camino, la verdad y la vida”-Jn 14,6. Pero a diferencia del periplo, del viaje concebido como gesta homérica, el viaje desde una perspectiva escatológica, es meta-físico. Ulises y su hijo Telémaco salen en grupo desde Ítaca para volver a su patria; el peregrino no planifica su Camino como gesta, sino como transformación, como Camino de Luz. Las romerías y peregrinaciones en las religiones del Libro (judaísmo, islam, cristianismo) forman parte de la búsqueda de la espiritualidad y en todo caso de preceptos obligatorios o no.

  No hay viaje sin camino, sin orientación, sin marcas, sin rumbo, y por ello, no hay viaje irrepetible, sino todo lo contrario, todo camino es repetible por muchos caminantes. Vid.
  Si como afirmaba Pseudo Dionisio el caminar por los senderos del Señor era la puerta de entrada a la verdad, la pregunta que lanza Nieves Casanova en el clímax del caminante ¿por qué caminamos?, tendría como respuesta, buscar la verdad. Caminar no es conocerse a sí mismo, no es el reinado óntico de la razón frente al conocimiento de los sentidos (ese es el sentido socrático), sino resetearte en lenguaje coloquial, limpiar tu mente, descubrirte midiéndote con el obstáculo (la naturaleza) -Saint-Exupéry- y meter en la mochila lo imprescindible porque como afirmaba Oscar Wilde, lo superfluo ya lo tengo.
  De manera que con independencia de la motivación: un divorcio, una crisis, la muerte de un ser querido, o simplemente ganas de superarnos, de viajar, de conocer mundo o de relacionarte con grupos afines, se empieza sin un porqué y se termina en busca de un sentido y de respuestas.

  Para el caminante, lo importante es el camino, no es la meta, sino su meta-física, en otras palabras, el camino ideal es el que carece de un final, el que te anuda al siguiente en secuencia alegórica, como cadena ininterrumpida de metáforas: nuestras vidas son los ríos (caminos) que van a dar en la a-mar (Jorqe Manrique). El mar es un amar porque nos hace sentir con intensidad todo aquello que nos enciende nuestras emociones; el camino es un río que te lleva al a-mar, es decir a sentirte pleno en la vida.

  Nieves Casanova nos lo describe aún mejor: “como un orgasmo sin coito”, como una emoción intensa de placer y paz interior cuando se llega a la cumbre de una montaña tras un duro ascenso en perfecta armonía con la naturaleza, en definitiva como un a-mar. De manera que una vez encontrada la verdad en los caminos como afirmaba el filósofo, descubrimos el a-amar como búsqueda de la plenitud, y la paz interior. En la cumbre nos “tropezamos con la felicidad para ver cómo nos caemos”, y la verdad, es que nos caemos de puta madre. Si la felicidad es un misterio de la vida, y al misterio ni llega la filosofía ni la literatura ni la ciencia, sino solo lo mágico, caminar es poesía, es versar la vida.
  ¿Por qué camino? Para que el camino se convierta en un poema con el objeto de que el fin de la vida no justifique los tedios sino los medios para ser feliz..



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