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lunes, 1 de mayo de 2017

Aras y laudas jacobeas. Símbolos tangibles para los hombres sin imaginación


  Si la concha es el símbolo del Camino de Santiago, el Ara de San Paio de Antealtares, el Pedrón de la Iglesia de Santiago en Padrón y la lauda sepulcral del Obispo Teodomiro conservada en la Catedral, son los símbolos tangibles jacobeos.
 Distingo pues entre la simbología asociada al Camino y la simbología asociada a la tradición, la leyenda, la historia y la arqueología. Para el caminante y el peregrino su símbolo es la venera; para los estudiosos en sentido extenso de la cultura jacobea, el trío de símbolos mencionados. Para el Camino lo esencial no es des-velar el misterio en relación con la determinación de si los restos del Apóstol se encuentran en la Seo compostelana porque es un Camino ecuménico y de luz y también lúdico en sentido general del término. Para los investigadores, la batalla entre la leyenda y la razón se centra en el Arca Marmarica.
  El Pedrón es una ara (piedra consagrada que se coloca sobre una plataforma para la celebración litúrgica o para ofrecer sacrificios a los dioses) de origen romano dedicada a Neptuno que la leyenda la identifica como la piedra a la que se amarró la barca que transportó los restos del Apóstol hasta Padrón. La pieza terminó colocándose debajo del Altar Mayor en la Iglesia de Santiago de Padrón en el siglo XV según Antonio López Ferreiro. Desde el último cuarto de ese siglo la reliquia recibió la visita de innumerables peregrinos O que vai a Santiago e non vai a Padrón, ou fai romería ou non. Hoy se incentiva la peregrinación a Padrón con la Pedronía. El documento acredita haber hecho la ruta hacia el lugar dónde llegó la barca da pedra. La Pedronía, que así se llama, se consigue tras caminar un mínimo de 18 km hasta Padrón, ya sea desde Santiago de Compostela o también desde cualquier localidad de la Ría de Arousa.

  El Pedrón acompaña a la leyenda como el zumbido al moscardón, pero tanto el Ara de Antealtares como la lauda sepulcral del obispo Teodomiro tienen fundamento histórico. El Ara de Antealtares se conserva en el Convento de monjas benedictinas del Monasterio de San Pelayo de Antealtares. Originariamente fue un monasterio de monjes bajo la advocación de San Pedro, su comunidad formó parte esencial desde la Alta Edad Media del núcleo devocional y cultural del Locus Santi Jacobi y surgió en el siglo IX por deseo de Alfonso II el Casto, para que custodiasen las reliquias del Apóstol. Su labor se centró en el cuidado del Altar del Apóstol del primitivo edículo, el servicio litúrgico y la atención de los primeros peregrinos. Con la reforma de los Reyes Católicos San Pelayo desapareció como monasterio de monjes, pasando éstos a pertenecer a San Martín Pinario, situado éste también en Santiago de Compostela. Poco después, en 1499, Fray Rodrigo de Valencia, prior de San Benito de Valladolid y Reformador General, por mandato de los Reyes Católicos unió a todas las benedictinas gallegas (14 prioratos), y trajo de Castilla como abadesa a Dña. Beatriz de Acuña y a un grupo de monjas observantes. De este modo se convirtió este monasterio en el centro de la reforma de los Monasterios femeninos de la Orden en Galicia. Fuente.
  El Ara de Antealtares es un monumento excepcional, de humilde aspecto que, según la Tradición, fue el altar erigido por los discípulos de Santiago, a mediados del siglo I, en su edículo o cámara funeraria. Dicha ara permaneció inamovida como altar principal de las tres basílicas que, con el discurrir del tiempo, fueron erigidas en honor del Apóstol, removiéndose el año 1105 por orden del obispo Gelmírez, por otro de mayores proporciones. Este prelado tuvo a bien regalárselo a la comunidad benedictina de Antealtares.
                                                                      Fuente fotografía.
  Circa el año 813, un ermitaño llamado Pelayo, observa una noche una peculiar caída de estrellas sobre unas tierras situadas en el bosque Libredón. Sorprendido busca al obispo del lugar, cuya sede era Iria Flavia, llamado Teodomiro, para contarle tan extraño suceso. Este obispo se dirigió al lugar donde pudo contemplar él mismo el fenómeno. Allí fue donde encontraron un sepulcro de piedra en el que reposaban tres cuerpos que serían identificados como el Apóstol Santiago y sus dos discípulos, Teodoro y Atanasio. Evidentemente el obispo Teodomiro era conocedor de las distintas tradiciones orales y escritas que hablaban de la presencia evangelizadora de Santiago y de cómo sus restos reposaban en nuestra tierra. Fuente. Recordemos que las luminarias procedían de los restos de un edificio funerario abandonado hacía muchos años y que el obispo concluyó tras un período de ayuno y oración que allí estaba el sepulcro de Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro. En otras palabras, tras una purificación ritual de ayuno y oración, fue elegido para levantar acta notarial de un milagro. Al convencer a Alfonso el Casto podemos afirmar que como descubridor del supuesto sepulcro apostólico, su figura es decisiva en la tradición jacobea. Santiago de Compostela nace como parto extrauterino directamente de un milagro.     
 Una leyenda similar y milagrosa acompaña al hallazgo de la Cruz de Cristo por la Emperatriz Elena madre de Constantino. En ambos casos se da una tradición oral junto a signos milagrosos que permiten una identificación credo quia absurdum, es decir, que se creen precisamente porque es absurdo ya que la fe debe apoyar argumentos cuanto más inverosímiles mucho mejor.          
  Durante mucho tiempo se dudó de la existencia de Teodomiro y, sobre todo, de su papel en el descubrimiento. Pero todo cambió cuando en 1955 se descubrió su lauda sepulcral en el subsuelo de la catedral. Su inscripción no deja lugar a dudas. Lo sitúa como obispo de Iria y señala el año 847 como el de su muerte. El hecho de que Teodomiro se hiciese enterrar en el locus sancti Iacobi, en la naciente Compostela, en vez de hacerlo en la sede episcopal iriense lleva a pensar que tuvo que tener razones muy poderosas para ello. Fuente.         

  El problema de Teodomiro es que desconocemos qué fuentes orales conocía en relación con lo que estaba en boca de la calle para afirmar la presencia evangelizadora de Santiago en Hispania y del reposo de sus restos. Es el mismo problema que tiene la filosofía con Aristarco que fue el primero en afirmarse en la teoría heliocéntrica, porque no quedan escritos suyos y solo sabemos de su especulación por Plutarco y Arquímedes. Pero del hecho de que desconozcamos las fuentes que bebió Teodomiro, no podemos derivar la hipótesis del silencio. Recordemos las tradiciones de la aparición de la Virgen a Santiago y sus discípulos en Zaragoza que recogió Goya en una de sus pinturas y en Muxía.

  En resumen, la lauda sepulcral de Teodomiro y el Ara de Antealtares invalidan las hipótesis del silencio y de forma rotunda la priscilianista. Una porque demuestra la existencia del Obispo reducido a personaje de ficción en muchos estudios; y la otra porque el edículo con su ara permaneció sellado desde el siglo II y Prisciliano muere decapitado en el siglo IV. Pero lo importante es afirmarnos que para el Camino lo esencial no está en determinar si los restos reposan en Compostela o no. Hoy el Camino es lúdico y ecuménico y desde el siglo XII las reliquias quedaron sepultadas debajo del Altar Mayor en un relicario. Además el hombre actual ha perdido el sentido de lo numinoso y ha desacralizado la cristianitas. Dejad a las mujeres bellas para los hombres sin imaginación Proust dixit. Caminantes y peregrinos, nosotros tenemos a la concha como nuestro símbolo, dejemos las laudas y aras para los hombres sin imaginación. El misterio apetece de envolvernos, en palabras de Hegel, el camino del Espíritu es el rodeo y parafraseando a Goethe si anhelas lo infinito ve tras lo finito, haz tu camino en todas las direcciones finitas posibles con kilometraje de compostela, sin él o mucho más que él.