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miércoles, 3 de mayo de 2017

La flecha amarilla y el pulpigrino, o la pervivencia de lo sagrado en el Camino de Santiago



 “Existen muchos símbolos en el Camino, pero solo hay tres símbolos del Camino. El primero la -concha- nos lleva a Venus, a la pata de oca, al litoral. El segundo la -labra de azabache- conduce a las litofanías, a los egipcios y etruscos, al fetichismo pagano, al arte de predecir. El tercero es el bagoo o báculo y apunta a las estrellas”- Fernando Sánchez Dragó-.


  Si la concha es el símbolo del Camino de Santiago, el Ara de San Paio de Antealtares, el Pedrón de la Iglesia de Santiago en Padrón y la lauda sepulcral del Obispo Teodomiro conservada en la Catedral, son los símbolos tangibles jacobeos.
 Distingo pues entre la simbología asociada al Camino y la simbología asociada a la tradición, la leyenda, la historia y la arqueología. Para el caminante y el peregrino su símbolo es la venera; para los estudiosos en sentido extenso de la cultura jacobea, el trío de símbolos mencionados. Para el Camino lo esencial no es des-velar el misterio en relación con la determinación de si los restos del Apóstol se encuentran en la Seo compostelana porque es un Camino ecuménico y de luz y también lúdico en sentido general del término. Para los investigadores, la batalla entre la leyenda y la razón se centra en el Arca Marmarica. Vid.
 Pero junto a los símbolos, el Camino tiene señales y ritos. La señal por antonomasia es la flecha amarilla anudada a la figura de Elías Valiña. No hay viaje sin camino, sin orientación, sin marcas, sin rumbo, y por ello, no hay viaje irrepetible, sino todo lo contrario, todo camino es repetible por muchos caminantes. Caminante SI HAY CAMINO. En el Camino de Santiago no hacemos camino al andar, sino que el camino tiene una magia especial porque se transita por huellas de millones de personas que lo hicieron con anterioridad con mucha fe dejando sus pisadas y sinergias. La anamnesis (recuerdo) del Camino de Santiago desde el punto de vista emic, no solo está interesada en descubrir paisajes y monumentos, sino en interiorizar que tú no haces el camino, el camino te hace a ti, como se puede leer en muchos refugios y albergues de acogida cristiana. En otras palabras, el peregrino y caminante sí tienen un camino, y su meta-física es depositar sus energías, sus pisadas, sus ilusiones e incluso su turismo. Vid. Es trascender el concepto de camino machadiano porque la característica esencial del Camino jacobeo, es que existe siempre un recorrido jalonado con flechas amarillas para llevarlo a cabo. 

  Y esa es la esencia de la flecha amarilla, que no es una mera señal o marca que nos guía sino que se convierte en mito, en relato que des-vela una sobre-naturalidad, una irrupción de lo sagrado. “La gran mayoría de los sin religión no se han liberado, propiamente hablando, de los comportamientos religiosos, de las teologías y mitologías. A veces les aturde una verdadera algarabía mágico-religiosa, pero degradada hasta la caricatura, y por esta razón difícilmente reconocible. El proceso de desacralización de la existencia humana ha desembocado más de una vez en formas híbridas de magia ínfima y de religiosidad simiesca. (...) Todo ser humano está constituido a la vez por su actividad consciente y sus experiencias irracionales. Ahora bien: los contenidos y estructuras del inconsciente presentan similitudes sorprendentes con las imágenes y figuras mitológicas. No pretendemos decir con ello que las mitologías son el producto del inconsciente, pues el modo de ser del mito radica precisamente en revelarse en cuanto mito, en proclamar que algo se ha manifestado de una manera ejemplar. El mito lo produce el inconsciente, en el sentido en que podría decirse que Madame Bovary es el producto de un adulterio”.-Mircea Eliade-.
 La flecha amarilla recupera para el hombre moderno el espacio sagrado diferenciado del profano. El espacio sagrado está delimitado por la senda jacobea, fuera de la cual, nos perdemos. Conscientes o no, ateos, agnósticos, creyentes, gnósticos y religiosos en el sentido etimológico, transitamos por el camino imbuidos por una mística irracional en la que puedes creer en Cristo o creer en todo cristo, pero sintiendo que la flecha se manifiesta en ti como una representación de lo sagrado en lenguaje de Mircea Eliade. Ese es el novum del Camino desde que Elias Valiña soñara una invasión, es decir, el hecho de que a diferencia del hombre medieval, el hombre moderno puede acometer la empresa en soledad porque consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente transita por un espacio sagrado perfectamente delimitado y marcado.
 Pese a la desacralización del Camino, perviven junto a símbolos y mitos, determinados ritos con los que nos fundimos con lo sagrado en oposición a lo profano. El abrazo al Apóstol y la visita a la cripta de la Catedral soportando largas colas de acceso, son una reminiscencia de los hombres medievales para quienes las reliquias les unían con lo sagrado y tenían efectos mágicos. En nuestros tiempos, Hitler se obsesionó con la Lanza de Longinos porque pensaba que con su contacto jamás perdería una batalla; a Carlos II el Hechizado le pusieron debajo de su almohada un diente de la momia de San Isidro para que fertilizara a María Luisa de Orleans y Franco consiguió la reliquia de la mano incorrupta de Santa Teresa para la capilla de su residencia en El Pardo. Otros personajes como Jordi Pujol acuden a la bruja Adelina y muchísimas personas de toda laya y condición prodigan visitas a curanderos y videntes. Nihil novum sub sole. Pero los ritos jacobeos imbuyen de una estética y una solemnidad a lo sagrado que nos unen en un viaje intemporal con millones de peregrinos.
 Mención especial como ritos son pasar por la Oficina del Peregrino a por la compostela o el certificado de bienvenida para quienes han hecho el Camino sin las motivaciones religiosas o en sentido de búsqueda, y la misa del peregrino. Y cuando adjetivo a estos ritos es por la polémica que suscita especialmente la compostela. Más allá de las motivaciones de cada uno de ir a recogerla o no (a veces no es posible si llegas a Santiago con el tiempo justo para coger el medio de transporte elegido para regresar), lo cierto es que pasar por la Oficina genera una estadística muy necesaria para estudios de campo jacobeos. En relación con la prohibición de acudir a la misa en actitud humilde con tu mochila  como satisfacción por la llegada a la meta como recompensa por el sacrificio realizado en cada etapa, se ha perdido cierta mística, es como redefinir el no pain, no glory. por sin mochila en la Catedralesfuerzo sin rito de gloria .
 Y no podía faltar el pulpo. El pulpo es una criatura marina y está relacionado con la pureza, el movimiento (el camino), la concentración para superar nuestra empresa de peregrinar, la magia, la ilusión, el misterio, su estado de relajación como camino de luz y la capacidad de regeneración como un yo renovado. Vid. No es un animal crístico, pero sí se mimetiza con todos los rituales entroncando directamente con la concha venera.
                                                      Fuente Fotografía.
  La capital del pulpo, Melide (sin olvidarnos de Orense donde lo bordan) pulpea en la red. Pulpigrino es su mascota, se le ha dedicado un serial y una página en Facebook.

 Señales, símbolos y ritos del Camino de Santiago que nos imbuyen temporalmente de reminiscencias sagradas para que no regreses indiferente de la experiencia vivida. El Camino ha recuperado para el hombre occidental, laico y a-religioso el espacio sagrado en contraste con el espacio profano. De regreso a casa, inconscientemente es devorado por la mutación de lo sagrado en otras formas de manifestarse pretendidamente racionales, y cumple con los rituales modernos, como por ejemplo ubicar al jefe siempre  en la planta alta del edificio, ocupado e inaccesible. Pero vivamos ese momento, esa espacialidad y temporalidad de nuestra vida con intensidad. Vive el Camino. Buen camino.

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