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viernes, 22 de abril de 2016

El hecho diferencial.


 
                Artículo de Eduardo García Serrano blogeado de h.exam-10.com

  Observo con tristeza como quien mira la última esperanza que se deshace en humo, la lujuria por el ombligo y la pasión por el hecho diferencial que nos conduce a los españoles a luchar por nuestra propia ruina conquistando el federalismo asimétrico: la moderna expresión, cursi, ampulosa y pedante de la más seductora de las mentiras, de la más traidora de las consejeras y de la más genuina característica del linaje hispano: el nacionalismo tribal.
  Albergamos los españoles en nuestra memoria genética dos energías opuestas: el deseo y la necesidad de unidad y el amargo placer de la ruptura. Cada victoria de la una sobre la otra no ha sido más que una conquista temporal e ingrata que nos ha hecho o permanecer atados a nuestros recuerdos, o abandonarnos a dolorosas añoranzas y así, a través de innumerables episodios de nuestra historia, generaciones y generaciones de españoles se han arrastrado lamentándose sobre las ruinas de la diáspora abandonados a la voracidad de la intemperie del hecho diferencial, mientras el viento dispersó sus cenizas y su memoria para borrarlos del futuro.
  Decía don Manuel Azaña que “en España, donde termina el Estado comienza la tribu”. Repaso estos días de separatismo creciente y unidad declinante las cartas de referencia de los gobernadores de la Hispania Citerior y Ulterior al Senado Romano. Servio Suplicio Galba nos retrataba así: “Las tribus del norte y del centro de Hispania viven en estado de efervescencia latente. La guerra abierta entre ellas es una situación normal, y los periódicos de paz son una excepción. Los pequeños reyes y príncipes, incluso simples jefecillos de tribu hacen de la guerra su oficio más por gusto que por verdadera necesidad”.
  Cayo Vetilio contaba de nuestros ancestros: “En Hispania las relaciones entre sus pueblos no son buenas ni cuando se trata de tribus emparentadas. Son muy frecuentes las guerras tribales entre ellos por cuestiones de pastos, de mujeres o de ofensas hereditarias. En Hispania el enemigo nunca está demasiado lejos, pues es increíble la velocidad con la que los guerreros hispanos de desplazan para combatirnos y, después, despedazarse entre ellos”.
                                                          Más allá de Colón.
 El hecho diferencial dejó de ser un arma arrojadiza entre nosotros y un sentimiento excluyente cuando la suma de todos los pueblos de Hispania consiguió que las insignias de campo de España llegaran hasta los confines del mundo dejando en la tierra la huella de un pueblo indomable. Pero entonces el corazón de España galopaba y hoy late renqueante en los desvanes de la historia donde los separatistas ávidos de poder discuten sobre hechos diferenciales y federalismo asimétrico perfilando un Estado capaz solo de concebir su propio término. 


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