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sábado, 11 de noviembre de 2017

El pitorio. Un rito de solidaridad de Campanario


  “La inclinación de los hombres a la ayuda mutua tiene un origen tan remoto y está tan profundamente entrelazada con todo el desarrollo pasado de la humanidad, que los hombres la han conservado hasta la época presente, a pesar de todas las vicisitudes de la historia. Esta inclinación se desarrolló, principalmente, en los períodos de paz y bienestar; pero aún cuando las mayores calamidades azotaban a los hombres, cuando países enteros eran devastados por las guerras, y poblaciones enteras morían de miseria, o gemían bajo el yugo del poder que los oprimía, la misma inclinación, la misma necesidad continuó existiendo en las aldeas y entre las clases más pobres de la población de las ciudades.”-Kropotkin. El apoyo mutuo-.
  El hombre ha configurado su identidad y su cultura a través de los hitos que acontecían en sus vidas: nacimiento, pubertad, matrimonio, sexualidad, muerte...Surgieron de esta forma anudados a estos hitos, los ritos comunitarios: ceremonias grupales de carácter fundamentalmente religioso, realizadas normalmente por especialistas y celebrantes no profesionales; ritos de paso: rituales comunitarios que marcan la transición de un individuo de un estatus individualizado a otro y los ritos de solidaridad: ritos que reafirman la unidad del grupo (clasificación de Marvin Harris).
  Por otra parte, Polanyi analizó las motivaciones que había en la producción y distribución de bienes en las sociedades y las redujo a tres principios: reciprocidad, redistribución y mercado. El principio de reciprocidad según Polanyi aparece en el anillo de kula descrito por Malinowski. En dicha comunidad la idea de ganancia está descartada; la insistencia y el regateo desacreditados y dar generosamente se aclama como una virtud. En otras palabras, dicho sistema económico es una función de su sistema social. El principio de redistribución aparece en el potlactch de los kwakiutl y en los grandes depósitos del imperio de los incas. La distribución está organizada por el jefe, el déspota o el templo y la redistribución obedece a la participación voluntaria en mayor o menor grado de cada miembro con el temor al castigo que impulsa a entregar sus impuestos en especie.
 Sin necesidad de acudir a aldeas lejanas en el Campanario del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX surgió el pitorio como rito comunitario, de paso y de solidaridad en el que la distribución de los bienes en una economía de mercado, se apoyaba en una mezcla de reciprocidad y redistribución, en definitiva, de apoyo muto.
  ¿En qué consistía el pitorio? En un rito en virtud del cual se consolidaban los noviazgos organizándose una fiesta solidaria para recaudar fondos con ocasión de la petición de mano en casa de los padres de la novia. Se realizaba con la antelación suficiente entre seis meses y un año (según los relatos orales que me han llegado) y la finalidad era recibir dádivas para facilitar la integración del nuevo matrimonio en la sociedad atendiendo a sus futuras necesidades económicas y estableciendo lazos de reciprocidad porque dicho rito exigía que el que daba, recibía en los sucesivos pitorios en favor propio o de sus allegados. En palabras de mi abuela Catalina, su casa salió del pitorio.
  El pitorio se reforzaba con los regalos que hacía la suegra a la nuera durante el noviazgo para ir dotándola de enseres necesarios para la casa, como una dote al revés que confiere a este rito un toque de singularidad, que se completaba por los santos,  haciendo entrega igualmente la suegra a la nuera, de cestas con higos, nueces, castañas, etc.
 El pitorio venía a ser un préstamo sin interés que se devolvía redistributiva y solidariamente y que establecía la relación entre suegra y nuera como eje vertebrador de la futura familia nuclear debidamente tutelada por la familia extensa.
  Nuestra literatura, filosofía y en definitiva nuestra antropología están editadas en nuestra forma de vida, eso hace que España sea muy singular y que sus pueblos nos ofrezcan tratados éticos como el discurso de Dieguito en la representación vecinal de la casa de los Diablos que se escenifica cada verano en Campanario. Hay un resurgir de las tradiciones en los museos etnográficos pero no podemos dejar morir nuestro patrimonio inmaterial.
  "Exegi monumentum aere perennius. Regalique situ pyramidum altius...Non omnis moriar...He terminado un monumento más duradero que el bronce y más alto que la vieja mole de las reales pirámides...no moriré del todo"- Epílogo del tercer libro de las Odas de Horacio o la inmortalidad de la literatura en este caso antropológica-.
   Al igual que Horacio reclamo letras y papel para que no se pierdan en el olvido nuestras costumbres, que perviven en el relato de nuestros mayores. Entre bandurrias, canciones y reuniones de mozos en los altozanos del pueblo natal de mi padre..."Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto.” -Quevedo-

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